Marruecos es un país para los sentidos, sumergido entre desiertos que embrujan y oasis que devuelven a la vida. Mezquitas, medinas y zocos esperan al viajero que se encuentra con una naturaleza de contrastes, con playas de arenas blancas y aguas cristalinas, con parque naturales e impresionantes cumbres de nieves persistentes.

Recorrido que empieza en la imperial Marrekech, para atravesar la cordillera del Atlas para llegar a Taroudant, con su medina rodeada de murallas, principal centro de artesanía de la región.

El trayecto sigue el valle del río de Draa, el oasis más importante del sur, hasta Zagora, antigua fortaleza almorávide, cuna de esta dinastía de los saadianos.

El encanto del desierto surge al encuentro en las dunas doradas de Merzouga, comienzo de una experiencia única en jaimas beduinas bajo el cielo del desierto, desde donde contemplar la puesta de sol y el amanecer a lomos de dromedario. La magia continúa en Thingir y por el valle de las mil kasbahs y el palmeral de Skoura. El oasis contiene además jardines con una vegetación lujuriosa, en medio de los rosales que contrastan con algunas bellas kasbahs como la de Amerhidil.

Tras Ourzazate llega Ait Ben Haddou, el ksar más importante del valle del Unila

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